Los Centros comunitarios ocupan un rol sustancial dentro del sistema de cuidados en el Conurbano Bonaerense. A partir de un trabajo en conjunto llevan a cabo acciones en el territorio buscando dar respuestas a diferentes problemáticas para mejorar situaciones de desigualdad en su comunidad.

Según los registros disponibles, en los partidos de la RMBA existirían al menos 519 espacios comunitarios dedicados a los cuidados, de ellos una gran parte se focaliza en las infancias. Red Andando es un colectivo conformado por centros que trabajan en esta misma línea, donde participan más de 3000 niños, niñas y jóvenes de los municipios de Merlo y Moreno. Gabriela Acosta Navarro, Analía García y Claudia Gómez Ibañez son tres miembros del Equipo de Acompañamiento de la red, y dialogan con nosotres sobre el funcionamiento de los centros, el territorio y sus desafíos como red en la actualidad.

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En los 90, cuando la crisis en Argentina se hizo sentir, surgieron las ollas populares, en las que participaban más que nada mujeres, que comenzaron a vincularse, y conocerse. Cuando la necesidad de trabajar se hizo presente para muchas, tras haber conseguido horas en el servicio doméstico, surgió la pregunta: “¿Con quién se quedan los chicos?”. Lo que empezó como una necesidad para dar respuesta al hambre terminó mutando; un grupo de vecinas se ofrecieron a quedarse a cargo de los chicos para que las demás pudieran salir del barrio a realizar sus tareas. Así empezaron a organizarse los centros comunitarios que hoy conforman a Red Andando.

 ¿Cómo se consolidó la Red?

GABRIELA: -Cuando los centros comenzaron a funcionar, empezamos a entender que los cuidados para los chicos iban más allá de la comida y de ver que no se lastimen. Había algo más, empezamos a pensar en el juego. Surgió la necesidad de hacer talleres, empezamos a hacer formación y a enseñar cómo se juega. En algún momento muchos de estos espacios pertenecían a Cáritas y estaban en parroquias o en casas de vecinos. Fue Cáritas quien tomó la decisión de contratar a una persona para acompañar a todos los centros, se le dijo a la coordinadora que su objetivo era armar una reunión por mes, para debatir y rezar. Se encontraron con mujeres muy organizadas y comprometidas que se preocupaban por los pibes, comenzaron por juntarse poquitos centros y se siguieron sumando compañeras. En estas reuniones había un convencimiento en el pensar que la comida estaba bien, pero que los pibes necesitaban otras cosas. Esto motorizó a las mujeres a seguir juntándose.

Red Andando terminó por conformarse en los años 1993 – 1994, en barrios y comunidades de Moreno y Merlo. Hoy la red cuenta con 16 centros comunitarios, casi 3000 niñxs y jóvenes entre 45 días y 18 años, y 234 mujeres y 18 varones que trabajan en ellos. Mantiene propuestas de cuidado, de educación y alimentarias; con muchos años de compañeras organizadas, espacios de formación propios y centros construidos también por la organización colectiva.

¿Cómo evolucionó Red Andando en estos años?

GABRIELA: -Creo que se creció en el hecho de empezar a pensar más allá de la comida y el juego. Comenzamos a preguntarnos ¿Qué pasa con el derecho al arte, con el poder ir a museos o con el poder ver espectáculos? Y en simultáneo, en los primeros años de Red, hubo fuertemente espacios de género para todas las compañeras, porque laburar con los pibes para muchas era reponer o compensar algunas cosas de sus propias vidas o sus propias infancias.

ANALÍA: -También tuvimos un proceso de pensar lo económico, de pensar en que si un centro tenía la posibilidad de ir a conocer la costa, entonces los demás centros, aunque no tuviesen los mismos recursos, también tenían que poder. Fue un proceso de pensar y creer que los pibes son de todos no importa si hoy vienen al centro. Y fue un proceso de sociabilizar lo económico, esa fue una intervención de la red al interior de los centros. Tuvimos nuestras discusiones pero no hay un pibe de Red Andando que no pueda viajar tantas veces como en otros centros. Tenemos pautados tres viajes en el año, todos los pibes de todos los centros tienen que poder, si no pudieron gestionar el recurso entonces otros centros van a tener que hacer un aporte.

¿Cómo es su vinculación con las familias y con el barrio?

CLAUDIA: -Los vecinos están muy conformes, y recurren mucho a los centros. Nosotros en un principio pensábamos que las familias venían solamente por el alimento, después nos dimos cuenta que viene gente de todos lados, y que nos eligen por la propuesta. Hoy se suman porque les gusta el modo en que cuidamos a nuestros pibes, desde la sala maternal hasta los más grandes. Nos eligen por lo pedagógico, por los viajes y los paseos, tratamos siempre de buscar lugares donde sabemos que la familia no los va a poder llevar.

ANALÍA: -Las familias vienen para todo. Las acompañamos movilizando recursos, las acompañamos al médico porque a veces no están preparadas para entender ciertos términos, entre otras cosas. Recuerdo que el año pasado se gestionó desde la red el reacondicionamiento de la vivienda de un chico, porque estaba enfermo de cáncer y al estar inmunosuprimido necesitaba una casa en condiciones. Me parece que en los centros lo que pasa es que, por la confianza o por el hecho de ser vecinos del barrio, la gente tiene cierta confianza para preguntar o pedir cosas que en otras instituciones no saben cómo pedirlas. O también, quizás, resulta vergonzoso para ellos decir: “no sé leer”, o “no sé lo que me dicen los médicos”. Nosotros no damos por sentado que todo el mundo lee, que todo el mundo entiende.

CLAUDIA: -Además tiene que ver con la articulación, nosotros hablamos con las salitas para conseguir turnos, con la maternidad por anticoncepción, compramos los útiles para que los pibes vayan a la escuela, si no hay vacantes hablamos con los directivos para conseguir.

ANALÍA: -También muchas mujeres con violencia de género vienen a pedir ayuda al centro, o muchas vienen por ayudar a sus hijos, porque les preocupa que estén presenciando estas situaciones, y eso es una puerta para ayudarlas y vincularlas con quien se tengan que vincular. Siempre se intenta dar un tipo de respuesta, si no se puede resolver el problema se intenta hacer un llamado telefónico para que la gente no se vaya igual que como vino.

¿Qué desafíos tienen hoy los centros comunitarios?

ANALÍA: -En general el cuidado de los pibes con hogares en situaciones problemáticas o de consumo es un desafío. Muchas familias no pueden hacerse cargo de sus hijos, tenemos varias compañeras con bebés que dejaron en sus casas o pibes que están todo el día en la calle y no saben dónde dormir. Todo esto tiene que ver con familias detonadas, eso para mí hoy es un gran desafío, porque son muchas.

Otro desafío tiene que ver con los jóvenes, porque nosotros como red no le encontramos la vuelta, no sabemos para dónde tendrían que apuntar nuestras propuestas. Los pibes de los barrios tienen realmente muy pocas posibilidades de conseguir un laburo o de ingresar a la universidad y sostenerse. Rápidamente se terminan frustrando, no pasan ni el primer año la mayoría, ni el primer cuatrimestre. También respecto a los cuidados, encontramos que en nuestros barrios las políticas públicas están pensadas para las edades más pequeñas y no hay realmente proyectos piolas para los pibes más grandes donde incorporen la diversidad del cuidado.

Nos encontramos en un momento en el que ya no tenemos espacio físico, en los centros hay listas de espera para todas las edades. Hay que tener en cuenta que en Moreno no hay maternales, en la zona de Cuartel V no hay ninguno. Estamos hablando de una oferta del primer ciclo inicial que no existe. Y a veces, las familias también eligen venir a los centros porque los chicos permanecen en el espacio por más tiempo y tienen la prestación alimentaria. Que los jardines públicos no tengan comedor es un problema. Hace que muchas familias no puedan prescindir de los centros.

También, en menor medida, pero aún así resulta un desafío, cada vez nos planteamos más el fortalecernos en la cuestión tecnológica.

¿Qué diferencias creen que existe entre el trabajo que hacen en la red, y otros centros de cuidados de otras ciudades del país, en centros urbanos que no pertenecen al GBA?

ANALÍA: -Hay problemáticas que son propias de acá que tienen que ver con el territorio, como el hacinamiento. Problemáticas bien conurbanas, que pueden existir en otros lugares pero no con esta magnitud. Por ejemplo, en provincias mucho más chicas, o que tienen más universalizados algunos niveles de educación, se concentra menos cantidad de gente y existe mayor posibilidad de abordar problemas.

Al mismo tiempo, no conozco otro lugar que tenga el mismo nivel de organización que tenemos acá. El tema es ver que en estos barrios, el modo en que se van llevando procesos de urbanización y de concentración de gente hace que la situación del Estado no alcance. Que el transporte tampoco alcance, por ejemplo, es muy característico de esta zona, y esto hace 10 años no pasaba porque toda esta zona era campo.

¿Cómo creen que impacta el centro comunitario en la cuestión de género?

CLAUDIA: -Cada centro tiene pensados espacios de género cada mes o cada dos meses. Tratamos de traer compañeras que estén especializadas en masculinidades por ejemplo, y esto nos sirve para profundizar en algunas situaciones que detectamos.

ANALÍA: -También tengo el registro de que en varias compañeras el impacto de estar en la red tantos años se vio reflejado en el modo de criar. Nos dijeron que la posibilidad de haber estado juntas les permitió cuidar a sus hijos de otra manera. También muchas se separaron, muchísimas, porque pudieron entender que era posible tener una vida mejor.

Y pensando en las generaciones más jóvenes, escucho que muchas dicen que estar en el centro las salvó. Se plantea que estar en este colectivo les permitió tener otra vida presente, ver que hay otros modos posibles de vincularse, de pensar a los vecinos y a lo comunitario. Algunas confiesan que las salvó estar con otras, que no les pegan más, que entendieron que las cosas se podían hablar, entendieron que merecían vivir mejor. Yo creo que en eso hay una reparación, y creo que por eso, en parte, también se pone tanto énfasis en ver qué le damos a los pibes. En nuestras reuniones dicen: “si los pibes que vienen a los centros viven otra infancia posiblemente transformen también algo de sus familias”. Hay una mirada totalmente reparatoria.

GABRIELA: -Creo que el centro empodera. Hay una cuestión implícita de pensar que si estamos juntas vamos a poder, que si estamos juntas lo vamos a lograr.

¿Qué rol consideran que cumplen los espacios comunitarios en torno a los cuidados?  ¿Cómo creen que debería funcionar una red de cuidados integral?

ANALÍA: -Para mí somos casi centrales. Los vecinos jamás podrían organizar sus vidas cotidianas si no estuviésemos nosotros, porque no tienen a quién delegar. En estos territorios donde hay mucha población migrante, las redes de apoyo muchas veces no están construidas, no hay otro familiar para dejar a los niños, y es una zona donde no hay muchos jardines.

CLAUDIA: -A su vez, los centros, al estar conectados con la escuela o las salitas, son como un lugar de información. Los vecinos saben que acá alguien los va a acompañar. Es el primer lugar donde se toca la puerta, un lugar donde se irradia información o articulaciones. Es el sitio de referencia para preguntar cosas en relación a la vida de los pibes y de sí mismos.

ANALÍA: -Hablando del cuidado integral, lo que deseamos es un piso mínimo desde el cual tenemos que partir. Hace falta trabajo para las familias; accesibilidad, y no solo en cuestión de transporte sino también en la construcción de calles y veredas; y que los espacios que acompañan a los cuidados, como la salud y la escuela, tengan formatos que permitan dar respuestas a las necesidades.

CLAUDIA: -Así nosotros podríamos dedicarnos a lo que queremos. Nos gustaría ser otra cosa, nos gustaría ser más un centro cultural que asistencial