Nuestros Derechos en Foco es una colectiva de mujeres con y sin discapacidad que tiene por objetivo reflexionar, debatir y accionar sobre sus derechos para lograr que organizaciones locales y estatales integren en sus políticas las perspectivas de discapacidad y accesibilidad. En la organización, conformada por 20 integrantes, se piensan proyectos para incidir en el sector público y para promover la formación de funcionaries en esta temática, siempre con foco en los derechos humanos.

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¿Cómo y cuándo surgió Nuestros Derechos en Foco?

ANA: La colectiva surge en pandemia, en respuesta a la necesidad de enfrentar la invisibilización que sufrimos como personas con discapacidad, agravada por el aislamiento propio de la pandemia. Buscamos reunirnos para compartir vivencias y situaciones. Así, la colectiva comenzó a realizar talleres y a convocar a más compañeras. Nuestros Derechos en Foco se convirtió en un espacio ameno y necesario para reflexionar, compartir y reírnos.
Con el tiempo, esta forma de agruparnos se fue sistematizando y sosteniendo, dando lugar a diversos proyectos, como la creación de cursos sobre promotoras de derechos de discapacidad, el modelo social y la convención internacional. Coincidimos en la necesidad de formarnos internamente.

¿Cuáles creen que son los principales problemas de la comunidad de personas con discapacidad en el conurbano Bonaerense?

ANA: Creo que hay un gran desconocimiento de las leyes tanto por parte de quienes gestionan lo público como por parte de quienes gestionan lo privado. Por ejemplo, no se cumple el cupo del 4% para personas con discapacidad; ni en el conurbano ni en todo el territorio, ya que se cumple cerca del 1%. Las problemáticas que enfrenta el colectivo de personas con discapacidad son extendidas en todo el país, pero en conglomerados como el conurbano se evidencian con mayor dificultad. A partir del censo de 2010, se observó que casi el 13% de la población manifiesta tener alguna discapacidad, es decir, existen 5 millones de personas con discapacidad en el país, y más del 50% se concentra en el conurbano bonaerense. La situación de precariedad está presente en todo el país; lo que cambia es la escala. La discapacidad crea un círculo, restringiendo el acceso a la educación y, por ende, al trabajo, generando un círculo de pobreza y precariedad permanente. La situación en el conurbano es dramática, y durante la pandemia se profundizó sin recibir la visibilidad adecuada. Además, en lo edilicio, no hay veredas, rampas ni cordones accesibles en el conurbano. Se debería aplicar el Diseño de Acceso Universal (DAU), pensando en espacios amplios y accesibles para sillas de ruedas, cochecitos o personas mayores. Esto debería ser considerado desde el inicio, y las personas con discapacidad deberían ocupar espacios de gestión en la ciudad, en lo virtual, físico y comunicacional.

¿Cómo trabajan en el territorio del Conurbano y con los gobiernos locales?

ANA: Trabajamos en varios proyectos. Tenemos un curso de formación de promotoras de derechos a nivel nacional y virtual de 6 encuentros, con participación de estudiantes de otras provincias, mujeres con discapacidad y disidencias sexuales con discapacidad. También ofrecemos formación en perspectiva de discapacidad y accesibilidad para funcionarios públicos, trabajando con municipios de todo el país. Actualmente, estamos en Malvinas Argentinas, donde realizamos un curso virtual autogestivo para funcionarios y empleados de la municipalidad, produciendo contenido y la plataforma. También colaboramos para que el consejo superior apruebe una ordenanza que haga de esto una exigencia formal para los empleados municipales.
Junto con el colectivo Mujeres Derribando Barreras de Jujuy, Libertate, GPESI y ACIJ, creamos un cuadernillo gratuito que amplía la propuesta de la ESI 1, ya que no tenía en cuenta las vivencias y experiencias de personas con discapacidad. También trabajamos en una cooperativa iniciada el año pasado con la Secretaría de Desarrollo Tecnológico y Social de la UNGS, donde las compañeras trabajan con residuos textiles para crear productos ornamentales. Estos productos se venden en la feria de Malvinas Argentinas, y el espacio de trabajo es proporcionado por la municipalidad.

EUGE: Nuestra relación con las instituciones de gobiernos locales es bastante amigable. Trabajamos con aquellos que se acercan porque les interesa la temática. Lo difícil es llegar a las personas, organizaciones y lugares del Estado donde ni siquiera se plantea la discapacidad como una carencia.

¿Cómo repercuten las cuestiones de género en estas desigualdades?

ANA: Lo mismo que pasa en los espacios de personas sin discapacidad ocurre en el colectivo de personas con discapacidad. En el acceso al trabajo, las mujeres con discapacidad tienen menos posibilidades de conseguir empleo y quedan en el ámbito doméstico realizando actividades de cuidados. Encontramos que el 90 % están desempleadas y el otro 10% tiene trabajos sumamente precarizados. Encima, muchas veces si quieren ser madres, también se ven vulneradas, porque todavía existen las esterilizaciones forzadas para evitar que se replique la discapacidad, acarreando un montón de estereotipos erróneos.
Por otro lado, si uno piensa en los temas de violencia, las mujeres y niñas con discapacidad tienen 4 veces más posibilidades de sufrir violencia que los hombres con discapacidad y que las mujeres y niñas sin discapacidad. Muchas veces las esterilizaciones tienen consecuencias en la salud y también son escenarios propicios para el abuso sexual que se produce muchas veces de manera intrafamiliar o dentro de instituciones. Además, estas prácticas terminan siendo más de una vez no denunciables porque son recomendaciones médicas, le dan la figura de esterilización terapéutica. En Nuestros Derechos en Foco siempre resaltamos la importancia del modelo social de la discapacidad, este modelo surge como oposición al modelo médico, que nos asocia siempre a la enfermedad. La temática de discapacidad no reside en el no ver o no caminar, no reside en nuestras corporalidades ni en nuestras funcionalidades, la problemática reside en las estructuras de la sociedad y su generación permanentemente de barreras que nos impide disfrutar de nuestros derechos en igualdad de condiciones que el resto de las personas.

En 2023, se registraron un total de 334,124 Certificados Únicos de Discapacidad activos en la RMBA, de los cuales 46.97% correspondiente a personas alfabetizadas. ¿Qué opinan sobre estos números? ¿Qué desigualdades encuentran en el ámbito de la educación?

ANA: El problema se puede ver desde el modelo social de la discapacidad. Las escuelas especiales surgieron con la modernidad, pensando en la educación como un espacio para homogeneizar, y estos lugares terminaron siendo, de muchas maneras, un depósito de niñeces con discapacidad, sin considerar todos los potenciales que se podían desarrollar. Aquí en la UNGS, por ejemplo, una compañera ciega que, de adulta, hizo el FinEs (Programa de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios) cuenta que si no se cruzaba con alguien que le dijo que aquí había estudiantes con discapacidad y que se le podían adecuar los textos, jamás hubiera imaginado que podía hacer una carrera universitaria. Esto ni siquiera está en el horizonte de las personas que se han formado en escuela especial.

EUGENIA: En lo que respecta a las desigualdades, pienso que hay personas que fueron destinadas a la educación especial simplemente por estar en una silla de ruedas. Yo no terminé allí porque mi mamá no quiso, aunque el médico se lo sugirió. Decidió mandarme con mis hermanas, y mi historia educativa no fue agradable, porque me encontré con un montón de barreras y desconocimiento, y mi mamá tuvo que pelearse con media institución; todo eso no puede recaer en el conocimiento de un padre o una madre. A la persona con discapacidad siempre se le tiene que garantizar lugares de calidad, para hacer lo que quiera, para estudiar, para trabajar, para formarse, para tener actividades recreativas. Ya no nos tenemos que conformar más con lugares precarizados o mal accesibilizados porque somos como el resabio de algo que no sirve. Hablando del modelo médico, ¿cómo puede ser que un médico que te evalúe te diga que no vas a ser capaz a los 5 años? Después te encuentras con compañeros en esta misma universidad que hicieron toda su educación en escuela especial y resultan ser graduados y graduadas sin ningún problema, con grandes promedios. El problema entonces no es la capacidad de las personas, el problema está en los estereotipos que nosotras queremos derribar, porque somos personas de derecho que merecemos tener una vida de calidad y en libertad.

ANA: Los estudiantes tienen que estar incluidos en la escuela de nivel, no es el estudiante el que se tiene que adecuar a la escuela; la escuela tiene que tener herramientas para que todos accedan de igual manera a la educación, cada uno con sus tiempos y sus herramientas. El artículo 24 de la Convención lo dice claramente, todas las personas con discapacidad tienen el derecho a recibir todos los apoyos y ajustes razonables en cada nivel educativo y a lo largo de toda su vida. La escuela tiene aún mucho para revisar y resignificar; nosotras consideramos que la peor barrera es la actitudinal que arrastra prejuicios y estereotipos. Debemos solicitar los apoyos, hablar con el estudiante con discapacidad, ya que nadie más que esa persona va a poder brindar información sobre el apoyo en la cursada. Cuando se puedan vencer esas barreras actitudinales será el momento en que realmente los estudiantes con discapacidad ocupen los espacios y se va a poder construir una comunidad educativa no excluyente.

¿Qué significa pertenecer a este colectivo?

Para mí, fue un descubrimiento muy grato y también una construcción. Hasta los 25 años de mi vida, no me relacioné con ninguna persona con discapacidad; llevaba una vida dentro de la normalidad social y nunca me crucé con nadie. Iba al colegio, hacía cerámica, asistía a fiestas y boliches, y luego descubro que somos muchos. ¿Cómo puede ser? ¿Dónde estamos? En estos últimos años logré entender mi discapacidad como una identidad política. También me di cuenta de que mis problemas son compartidos por muchos otros, y que el problema está afuera, no en cada uno de nosotros. Encontrar este colectivo reforzó mi identidad como persona con discapacidad, aunque nunca sentí que la discapacidad fuera una carga; la veía como algo que me había tocado vivir o como un agregado. Ahora pude apropiarla como identidad. También descubrí que los derechos no se otorgan, se reclaman, y que la lucha es colectiva.

¿Qué papel juegan las organizaciones e instituciones gubernamentales que tratan el tema de discapacidad? ¿Qué importancia tienen como red de apoyo?

ANA: Nosotras pensamos que las organizaciones gubernamentales son fundamentales, por eso tenemos esta iniciativa en la colectiva de trabajar con incidencias. De hecho, hay una ley provincial que se piensa para aplicar la perspectiva de discapacidad, pero no está reglamentada; todo lo que estamos haciendo está orientado a reglamentar a partir de esta ley.

EUGENIA: Las organizaciones gubernamentales deberían ser las que garanticen nuestros derechos en primera instancia, por eso es importante la formación, es el único camino. No queremos que nos vean ni como angelitos, ni como especiales, ni como personas superpoderosas, solo porque estudiamos o hacemos lo que sea. Queremos vivir la vida en igualdad de condiciones con los apoyos que requerimos, obviamente, para vivir en libertad y poder expresarnos en la vida en sociedad. Pero, para que esto ocurra, necesitamos el compromiso primero de que nos vean, que sepan que existimos, y segundo, el compromiso de formarse y poder garantizarnos eso que estamos buscando, que no es más ni menos que poder vivir libremente.

¿Cuál cree que es la agenda a futuro que se debería abordar en el conurbano para garantizar los derechos o mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad?

ANA: La agenda futura está orientada a crear espacios de formación que contemplen la perspectiva disca, el modelo social y los derechos humanos, para que esto pueda plasmarse en prácticas. Sería fundamental que, para replicarse en el conurbano, la universidad tenga materias centradas en discapacidad. Ingresé a la universidad en 2008 y recuerdo todas las historias y filosofías que cursé, ninguna estaba transversalizada por la temática de género y hoy todas lo están. De la misma manera, tiene que haber una transversalidad de la perspectiva de la discapacidad, ya que es un concepto sumamente dinámico que cambia con el tiempo. Las condiciones de discapacidad hoy no son las mismas que prevalecían hace 30 años; hay una variedad de condiciones en las escuelas, una demanda de otros métodos de enseñanza y de revisar el capacitismo intrínseco en todos los espacios educativos. Fundamentalmente en la universidad se sigue exigiendo un determinado modo de ser, hacer y estar en el mundo, eso debe revisarse porque hay una gran diversidad de existencias. También hay que pensar que si una persona, un futuro profesional, puede formarse en un ambiente de diversidad, en la convivencia con la diversidad, eso le da mayor excelencia a su formación.